El pintor y su obra

1.- La obra de arte.
2.- Su importancia.
3.- Su inserción en la corriente artística.
4.- Motivaciones (históricas, iconográficas y personales).
5.- El autor.
6.- El por qué de su elección para este trabajo.

La Obra de Arte. “La muerte (asesinato) del emperador Cómmodo”

De singular coincidencia he calificado el hecho de que, ya en la presentación de la asignatura, se nos haya mostrado el cuadro de la muerte de Marat, el revolucionario francés, y, justamente, cuando tomaba un baño… y, mira por donde, a manos de una mujer… Y es que el cuadro que presento tiene muchas analogías con el citado: Se trata de la muerte de un político (un emperador),… cuando estaba en la bañera… a manos de una mujer… Todo esto, espero que no se tome como una burda imitación sobre el tema motivo del estudio… Conforme se avance en la lectura de este trabajo se comprenderá como, efectivamente, la “elección” ya había sido decidida con anterioridad…

Un poco de Historia:

Lucio Marco Elio Aurelio Antonio (161 – 192), conocido con el nombre de Cómmodo, era hijo de Marco Aurelio (emperador de Roma) y desde su más tierna infancia no presagiaba nada bueno. Quizás su padre colaboró a ello pues ya a los 5 años del niño tuvo la ocurrencia de nombrarle César, a los 15 años le dio capacidad tribunicia y a los 16 añitos, del chaval, le hizo cónsul. Gravemente enfermo, Marco Aurelio se levantó para presentar a su hijo, Cómmodo, como Emperador, pasando, así, Roma, de un emperador querido, y filósofo, a otro depravado y soez al que el Senado llegaría a declarar “más cruel que Domiciano y más impuro que Nerón”.

Fue tal el cúmulo de errores, desaguisados y brutalidades que no despertó más que el odio; odio que se agravaba por cuanto, temiendo ser asesinado, estableció una época de terror: cualquier informe dudoso sobre alguien, significaba el exilio o la ejecución para el interesado. Estalló una conjura contra él, por parte de su hermana Lucila, según se dice, pero como quiera que su ejecutor, antes de matarle, le enseñó la espada diciéndole: “¡Ésta te envía el senado! dio tiempo a que Cómmodo esquivara el ataque y a que llegara la guardia en su ayuda…

A partir de ese día, su odio al Senado fue mayúsculo, y a su hermana la envió a Capri en donde la hizo asesinar. Puso a Roma en manos de los personajes más incompetentes y ladrones. La avaricia de uno de ellos, Cleandro, llegó tan lejos que un año se apoderó de gran parte de los cereales que llegaban a la ciudad y el pueblo se sublevó contra él. Cómmodo – responsable de lo que estaba sucediendo - no dudo en entregar a Cleandro a la plebe, mató a él y a su hijo y colocó su cabeza en una pica que entregó al pueblo como símbolo de paz y amistad entre él y su pueblo. En el colmo de su vanidosa prepotencia, queriendo hacer eterno su nombre, cambió el nombre a Roma a la que llamó “Colonia Commodiana”. Otro de sus desatinos consistía en actuar de gladiador en el circo, vestido con túnica de púrpura y oro adornada con pedrería, pero, eso sí: sus oponentes, no podían portar armas (si acaso un palo y una red), y tenían orden de no lesionarle y dejarse matar. Aunque casado con Crispina, tenía, el Emperador, una concubina, llamada Marcia, cristiana de la que, según se dijo, estaba muy enamorado y que, quizá por ello, una de las pocas acciones nobles de su vida haya sido el sacar de las prisiones a los cristianos que su padre, Marco Aurelio, había encarcelado tras la llegada de la peste, en 166, debido a que el pueblo, como siempre, había responsabilizado a los cristianos de esa llegada de la peste (al igual que, en tiempos de Nerón, los había acusado de provocar el incendio de la ciudad). Pero las vejaciones y los ridículos, no cesaban.

Resultándoles imposible el soportar más, deciden los pretorianos unirse para darle muerte. Se dice –he leído- que Cómmodo murió envenenado, pero nada más lejos de la realidad pues Marcia, la elegida para dar cumplimiento a la terrible sentencia, efectivamente, le suministró veneno… pero no debió de surtir el efecto deseado por cuanto terminó por decidir el ahogarlo en el cuarto de baño, cuando se estuviera bañando, valiéndose, para ello, de la fuerza de un atleta con el que Cómmodo solía entrenarse. Fue el 31 de diciembre, contando, entones, el depravado emperador, 31 años de edad.

El Autor y su Obra:

¿Qué fue lo que condujo, al artista, a la elección de esta obra para su ejecución?
De la Vega no era, ni muchísimo menos, un pintor revolucionario (como fue el caso de David, en el antes citado cuadro que refleja la muerte de Marat), tampoco la época se prestaría a ello, antes al contrario, pues hay un hecho, anecdótico (uno más en la vida del artista), que muestra lo perjudicial que le resultó, a él, la elección de este tema: No recuerdo la ciudad (pero tampoco la citaría), hay un certamen-exposición de pinturas. Acude el pintor con esta obra, precisamente. Los organizadores, al parecer muy contentos con su exposición, la sitúan en cabecera, en preferencia, diríamos, en el punto de atención máxima del salón… La exposición va a ser inaugurada por el Rey. Antes, como es de “protocolo”, pasa revista el encargado de “allanar” el camino al monarca y, al observar éste cuadro, hace un gesto de desagrado… y dice que no, que no puede estar allí… Ante la exposición de méritos y bondades artísticas que la obra reúne, el argumento del “pelota de turno” (permítaseme la expresión, que se comprenderá a raíz de lo sucedido): “¿Pero no ven que se trata de, al fin y al cabo, un magnicidio?... eso no le puede gustar al Rey, …y recibirlo, ya, poniéndole este “mensaje” ante su vista…” Total, que la obra fue relegado a un rincón de la exposición, en donde apenas fuese vista… y, por descontado, quedó exenta de la medalla de oro que, extraoficialmente, ya se sabía, le había asignado el jurado.

Volvamos, pues, a hacernos la pregunta: ¿Qué fue lo que condujo, al artista, a la elección de este tema?

Difícil, muy difícil, la respuesta, no teniendo una noticia, exacta, de boca del propio autor. Porque, al respecto: ¿Cuántos motivos, ideas,… no reales, no verdaderas, se habrán atribuido a tantas obras de arte?... “Sin ir más allá”, cuántas cosas habré leído, yo, acerca del Guernica… y algunas de ellas contradictorias, incluso. Por ello, insisto, es ciertamente difícil… Porque de la Vega no era, precisamente lo que se dice un pintor revolucionario, ni como pintor ni como persona. ¿Qué puede llevar, pues, a un romántico, a un “poeta de los pinceles”, a la elección de semejante tema?...

Conociéndole, algo, muy poco, me atrevería a decir que, primero, una repentina inspiración, un “ver” aquella cruda escena formada por una mujer buena (como cristiana, así, sin duda, él la hubiera catalogado) ultrajada por la tiranía de un villano, soez, aunque emperador, y al que todo el pueblo odiaba; también, como no, “sentir” esa oportunidad que a él, como artista-pintor, se le brindaba, de expresar la orden de esa mujer en el refinado ambiente de la mansión imperial (de cuyo gusto por reflejar este tipo de ambientes ya ha dado muestras en algunos de sus otros cuadros, y que, en éste, concretamente, consigue que nos parezca ver, en 3D, que diríamos ahora, esa vistosa columna y esos tapices…y, al fondo, en una impresionante perspectiva, los blancos bustos de unos personajes) y, junto a la figura de esta mujer, con impecable atuendo, cuya debilidad femenina quizás quiso expresar el autor en ese brazo tendido con no mucha firmeza (su mano está caída), la expresión de la fuerza muscular del gladiador manifestada especialmente en esa vigorosa pierna que los “mágicos” pinceles han sabido “laminar” (porque el cuadro es “una lámina”). Sí, así pudo, muy bien, haber sido ese primer momento de inspiración del artista…

Su importancia. ¿Es, realmente, importante esta obra?

No abrigo la menor duda al responder que sí, efectivamente, es importante. No solamente desde el punto de vista pictórico sino que bien podríamos extender esa importancia desde otras perspectivas como la histórica, incluso la “literaria” (romántica)… No, no es nada extraño que el pintor se hubiera enamorado del proyecto.

Reconocida, en su día, el hecho de que haya sido olvidada no resta el más mínimo mérito a ninguno de estos dos citados aspectos de la obra.

Conozco otra anécdota, del autor, que viene “como anillo al dedo” en la cuestión del reconocimiento de una obra. Creo que será muy bueno que la narre (al menos, nos hará reflexionar sobre ello):

Frecuentaba de la Vega las tertulias de casino y café de la pequeña pero culta, muy culta, ciudad (cuatro eran los diarios de la prensa que se editaban, entre ellos el más antiguo de Galicia) y , entre los tertulianos, había un crítico de arte, periodista, que mantenía amistad con el pintor si bien, eso sí, le anteponía, siempre, los valores de lo foráneo: Cualquier pintor forastero (si era extranjero, muchísimo mejor) que venía a exponer a la ciudad, era algo así como “el no va más” de la pintura… ni hablar de aproximación siquiera, en valía, entre los pintores locales…

Sucedió que, por entonces, se anunciaba, en el Casino, la próxima exposición de un pintor, alemán, por más señas, y que la farmacia de la calle principal (en la que también se encontraba el Casino, en la manzana siguiente) había expuesto, en su escaparate, una preciosa marina, al óleo, con una pequeña tarjetita blanca en el ángulo inferior izquierdo del cuadro. Corrió el rumor de que se trataba de una de las obras de aquel pintor alemán, esperado, próximamente, en los salones del Casino.

En una de las habituales tertulias, preguntó el crítico al pintor si no había visto tan admirable obra. Como no sólo le respondiese que no, sino que, además, le dio muestras de visible incredulidad ante las excelencias del crítico para la obra, invitó el periodista a su amigo, de la Vega, a que, juntos, saliesen para admirar la obra (se trataba de tan sólo unos portales más adelante, en donde se encontraba la farmacia).

Una vez ante el escaparate, se deshizo en elogios, el crítico, sobre el estilo, la luz, colorido, luminosidad, matices y todas cuantas “zarandajas” efectivamente, muchas veces, solemos leer en las correspondientes “críticas”… Callado, afirmando con un gesto de sube y baja en su cabeza, dejó de la Vega que su amigo se explayara hasta la casi extenuación… dejó que le ensalzara hasta insospechados límites las virtudes de la pintura de “ese alemán” del cual él, el crítico, ya había, efectivamente, buscado referencias… permitió que, en su análisis comparativo, pusiera a la pintura local, los pintores, entre ellos, obviamente su “querido amigo”, a un nivel sino ínfimo, ciertamente bajo por cuanto tenían muchísimo que aprender…

Hasta que, no sé si porque cesó, quizás agotado, el crítico o si sucedió que, harto ya, “hasta las narices”, que decimos, el pintor, decidió llegado el instante de “ponerle los puntos sobre las íes” a su amigo:

Asomó a la puerta de la farmacia e hizo una seña al farmacéutico. Se dirigió, éste, al escaparate, pero por dentro, y extendiendo su brazo, sacó la pequeña tarjetita blanca que había en la esquina inferior izquierda de la bella marina. Apareció allí, la firma del autor del cuadro y el año: de la Vega 1898.

“Como alma que lleva el diablo”, solemos decir, salió, calle adelante, el “amigo, crítico”, que tardó bastantes días en volver a aparecer por la tertulia, y aún entonces, estuvo algún tiempo más sin dirigirle la palabra al pintor.

Fácilmente se deducirá lo que había ocurrido con anterioridad a lo narrado: Había tomado, de la Vega, una de sus hermosas marinas, y le había pedido a un amigo común, de ambos, el farmacéutico, se la expusiese en el escaparte de la farmacia, en la calle principal de la ciudad, pero con una salvedad: le colocase, tapando la firma del autor, la tarjeta de visita que, propia de él, le entregó. También, que si alguien le preguntara de quién era el cuadro, que dijera se lo había traído un señor pidiéndole si se lo exponía en el escaparate; que suponía, quizá, perteneciera a ese pintor alemán que iba a venir a exponer en el Casino.

Esta es, hoy, en Ferrol, la farmacia, de Mercedes Viso Paz, en la calle Real, 116, por entonces Farmacia USERO , en la que, en su escaparate derecho, se expuso el “cuadro de la discordia” entre Vega Balanda y el crítico amigo.

Ante la Farmacia, dos de la nietas del pintor.-



Su inserción en la corriente artística.

Histórica en cuanto a su temática, Romanticismo y Realismo podrán tener algo que ver con estilo, composición, ejecución y aún temática de la obra elegida.

He considerado que:

El siglo XIX comenzó con el Neoclasicismo, apoyado en la Razón, para, posteriormente, dar un giro hacia el Romanticismo, nacido como arte revolucionario con apoyo en el Sentimiento.

Delacroix quizás sea el excelente representante del Romanticismo. Representa las pasiones de la época, el liberalismo revolucionario, y ha tenido la suerte de que su valor le fue reconocido en vida. “La matanza de Quios” fue, en su tiempo, todo un escándalo para la crítica .

Gericault, otro buen representante de esta corriente, fue también un buen denunciador, en ciertos aspectos (“La Balsa de Medusa”).

El Realismo, que se interesa por la realidad, surge después de la Revolución Francesa, 1848.
Por desencanto, ante los fracasos revolucionarios, el arte abandona los temas políticos y pasa a los sociales. Courbet, con sus temas vulgares (“Un entierro en Ornans”), constituiría un buen exponente.


Motivaciones (históricas, iconográficas y personales).

Pienso, han sido citadas, ya, en los diversos apartados en los que se desarrolla este trabajo.

Tanto en la referencia al autor como a la obra, se han expuesto las consideraciones de cualquier tipo que pudieran llevarle aún a la “inspiración” por el tema.

Ferrol, 1850

Eduardo de la Vega Balanda, pintor ferrolano nació en 1859 en La Coruña y murió en Ferrol en 1943.